Cuatro años después, ¿estamos en mejor situación los inmigrantes en Estados Unidos?

Por E.J. Esperanza
[E.J. Esperanza vivió como inmigrante indocumentado durante más de 28 años y, en 2015, se convirtió en uno de los primeros abogados con DACA admitido a ejercer como licenciado en el país.]
[E.J. Esperanza vivió como inmigrante indocumentado durante más de 28 años y, en 2015, se convirtió en uno de los primeros abogados con DACA admitido a ejercer como licenciado en el país.]
Cada cuatro años nos dicen que votemos por el Partido Demócrata porque es un mal menor que los Republicanos. Cada cuatro años, hay un tema específico o una población vulnerable, nos dicen, que está a riesgo en las elecciones. En 2020, éramos las familias inmigrantes que debíamos salvar de otra administración de Trump. Aquellos que nos opusimos a votar por la candidatura Biden-Harris en 2020 fuimos acusados de ser «ciudadanos privilegiados» por no preocuparnos por las familias inmigrantes. United We Dream y casi todas las organizaciones nacionales de derechos de los inmigrantes no gubernamentales pero con vínculos al Partido Demócrata apoyaron a Biden y Harris. Nos dijeron que se trataba de un voto «estratégico».
Citando a Angela Davis, «hacer campaña y votar por Biden[-Harris]» en 2020 era estratégico porque una administración Biden-Harris «[podría] ser presionada más eficazmente para permitir crecer el movimiento antirracista que se desarrollaba». Cuatro años después, ocurre lo contrario. Las políticas anti-inmigrantes están más arraigadas en ambos partidos políticos que antes, en detrimento de nuestra comunidad inmigrante. (Y eso sin mencionar que la administración Biden-Harris está financiando un genocidia contra el pueblo Palestino; asesinando, desplazando y creando refugiados en masa en lo que los Palestinos llaman una segunda Nakba – o sea, catástrofe).
Entre 2017 y 2020, bajo la administración de Trump, hubo un vibrante movimiento por los derechos de los inmigrantes en este país. En las calles, dentro de los centros de detención, en la frontera, en los aeropuertos: un movimiento masivo exigía el fin de las separaciones familiares, el fin de la Prohibición Musulmana y la abolición del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), la agencia federal responsable de aterrorizar a las comunidades inmigrantes en este pais.
Las coaliciones contra el ICE, las líneas telefónicas directas de 24 horas al día, 7 días a la semana, a las que los inmigrantes indocumentados podian llamar durante las redadas del ICE, los programas ofreciendo abogados gratuitos, las políticas de santuario que protegen a los inmigrantes del ICE… todos estos programas de lucha se proliferaron en Estados Unidos en un creciente movimiento de base que cambió no solo la narrativa nacional sobre los inmigrantes, sino también la política nacional. La influencia de este movimiento presionó a los políticos convencionales para que adoptaran la demanda más radical de nuestro movimiento: abolir el ICE.
La demanda de abolir ICE fue respaldada no solo por progresistas como Alejandra Ocasio-Cortez y Bernie Sanders; la senadora de Massachusetts Elizabeth Warren, la senadora de Nueva York Kirsten Gillibrand, el alcalde de Nueva York Bill de Blasio y muchos otros políticos también respaldaron la demanda. En junio de 2018, esto culminó con la introducción, en la Cámara de Representantes, en la «Ley para Establecer un Sistema Humano de Aplicación de la Inmigración», legislación de la que son autores el congresista de Wisconsin Mark Pocan, la congresista de Washington Pramila Jayapal y el congresista de Nueva York Adriano Espaillat. Esta legislación habría desmantelado el ICE y establecido un proceso más humano para los inmigrantes. ¿Bajo Biden-Harris, que ha pasado con la demanda de abolir a ICE?
Este movimiento ascendente también frustró en gran medida el plan de deportaciones masivas de la administración Trump, especialmente en comparación con el récord de 3 millones de deportaciones llevadas a cabo por su predecesor: Obama-Biden. De hecho, al final de la administración Trump, el número de inmigrantes en centros de detenciones cayó a un mínimo histórico no visto en 30 años. En 2021, cuando Biden y Harris llegaron a la Presidencia, menos de 15.000 inmigrantes estaban bajo custodia del ICE, la cifra más baja desde la década de 1990.
Cuatro años más tarde, la administración Biden-Harris no sólo ha repoblado los centros de detención con fines de lucro del ICE – aproximadamente 40.000 inmigrantes en detención en 2024-, sino que Biden y Harris también han mantenido las políticas anti- inmigrantes más draconianas de Trump en la frontera entre Estados Unidos y México.
Durante un tiempo, Biden y Harris continuaron las expulsiones del Título 42 de Trump, así como su política de «Permanecer en México» destinada a castigar y prohibir a los solicitantes de asilo en la frontera. Biden y Harris también fueron más allá que Trump en aplastar a los asilados en la frontera. En 2023, promulgaron una Prohibición de Asilo sin precedentes, seguida de una proclamación fronteriza en 2024 que efectivamente cerró la frontera a los asilados. Dos políticas que la administración Trump solo podría haber soñado con promulgar.
Esta Prohibición de Asilo prácticamente ha eliminado las obligaciones internacionales de Estados Unidos con los refugiados y los solicitantes de asilo, todo ello mientras se añaden miles de millones de dólares a la militarización de la frontera. Esta política fronteriza, como informé en octubre de 2023, «tendrá un resultado conocido, independientemente de las excusas: muertes de inmigrantes en la frontera sin precedentes, ya que los migrantes se verá n obligados a arriesgarse por rutas más peligrosas para buscar refugio en el país.»
De hecho, como informé entonces, el 2022 fue el año más destructor de vidas inmigrantes registrado en la frontera sur, con «más de 890 muertes … convirtiendo la frontera sur de Mexico y Estados Unidos en la ruta terrestre más mortífera para los migrantes en todo el mundo, una cifra que muchas organizaciones humanitarias afirman que es un recuento insuficiente.» Hoy no se habla de las muertes en la frontera, ni de las detenciones y deportaciones de familias inmigrantes de la administración de Biden-Harris. ¿Por qué?
Hay que recordar también, que en el apogeo del alcance y la influencia del movimiento inmigrante al final de los años de Trump, Biden y Harris en la campaña electoral prometieron, en sus primeros 100 días en el cargo, ciudadanía para los millones de inmigrantes indocumentados en el país, una promesa que también hicieron Obama y Biden en 2008 en respuesta a las históricas movilizaciones de inmigrantes del 2006. Esta, por supuesto, se convirtió en otra promesa incumplida por Biden y Harris, a pesar de que el Partido Demócrata tiene mayoría, aunque escasa, en el Congreso. Aun así, Biden y Harris pudieron haber aprobado la ciudadania con mayoría simple en el Congreso, a través del proceso especial en el Senado conocido como proceso de «reconciliación presupuestaria». No lo hicieron. Su excusa: el parlamentario no electo del Senado recomendó no hacerlo. ¡Una empleada sin poderes le prohibió pasar la ciudadanía a Biden y Los Demócratas!
(Por supuesto, tales parlamentarios han sido ignorados y anulados antes -más recientemente por Trump y el Partido Republicano en 2017 cuando promulgaron cortar los impuestos para los ricos y corporaciones). Harris, como vicepresidenta, podría haber anulado a la parlamentaria como voto de desempate en el Senado, pero en su lugar ella y el Partido Demócrata se escondieron detrás de esta empleada del personal, sin autoridades y que no es electa por nadie.
Claro, para nuestra comunidad inmigrante, esto no fue ninguna sorpresa que los Demócratas no cumplieran sus promesas. En 2009-2010, para dar un ejemplo reciente, la administración de Obama y Biden – con supermayorias en ambas cámaras del Congreso, incluyendo una mayoría que sobrepasaba el tal llamado «filibusterismo» del Senado – fallo en promulgar su promesa de otorgar ciudadanía para la población indocumentada. De hecho, hay que recordar aquella infame votación de los Demócratas en contra de la ley «DREAM» en 2010, que habría dado una vía a la ciudadanía a los llamados «soñadores o dreamers», jóvenes indocumentados traídos al país cuando eran niños.
Hoy, el movimiento por los derechos de los inmigrantes es una sombra de lo que fue, bajo Trump, o lo que fue bajo Bush durante aquellas movilizaciones históricas del 2006. Algunos defensores de los derechos de los inmigrantes han entrado en la administración Biden-Harris para impulsar el cambio desde dentro, mientras que otros han aceptado un «asiento en la mesa». Estas estrategias no han hecho nada para detener el giro xenófobo y derechista de la administración Biden-Harris y la consecuente fortificación del fascismo representado por Trump.
Como inmigrante, me pregunto: ¿esta nuestro movimiento un mejor estado hoy? ¿Hemos «presionado eficazmente» a la administración de Biden y Harris hacia una política de inmigración más humana?
Esta situación imposible no es exclusiva de los inmigrantes. Para todos los oprimidos y trabajadores en Estados Unidos, hacer campaña y votar por el Partido Demócrata – no muy distinto que apoyar al Partido Republicano- va en contra de nuestros intereses materiales como clase obrera. Hacer campaña y votar por el «mal menor» no es una estrategia; es una situación de rehenes. La estrategia está en cómo rompemos finalmente este círculo vicioso.
Por ahora, y con la mayor urgencia, debemos reconstruir nuestras coaliciones de base y nuestra capacidad de lucha contra las crecientes fuerzas fascistas en este país, sin sembrar ilusiones de que el Partido Demócrata será un blanco «movible» y por lo tanto «apoyable» por el que debemos hacer campaña electoral. No. Al contrario. Mientras reconstruimos nuestros movimientos y organizaciones de clase -y profundizamos el movimiento Palestino existente, que es la única excepción que se ha mantenido independiente del Partido Demócrata por razones obvias – también debemos discutir y aplicar una estrategia electoral para que dentro de cuatro años no estemos en esta misma trampa electoral de apoyar el “mal menor.”
Concretamente, y humildemente, planteo, a esta discusión sobre la cuestión de estrategia más importante de nuestro tiempo – es decir, cómo romper con el Partido Demócrata (ese cementerio de los movimientos sociales) – y propongo la siguiente contribución: que dentro de nuestros movimientos y organizaciones actuales, incluyendo dentro de nuestros sindicatos, empecemos a construir coaliciones laborales y comunitarias que cruzen sectores y movimientos para promover la presentación de candidatos electorales independientes de la clase obrera, elegidos democráticamente dentro de estas coaliciones y asambleas laborales y comunitarias, y que estos representantes sean verdaderamente y democráticamente responsables ante nuestras organizaciones, asambleas, y movimientos (y por lo tanto también revocables como representantes); y así ir construyendo un partido nuevo basado en la democracia de abajo arriba, y que empecemos lo más pronto posible a poner a prueba nuestra nueva infraestructura de partido y estrategia electoral independiente en las elecciones locales – en las juntas escolares, en los consejos de nuestras ciudades, en las juntas de supervisores de nuestros condados, en elecciones estatales, etc. – y hacer estas campañas locales y de base una precondición para ir construyendo la infraestructura de un partido independiente nacional de otro tipo: un partido que verdaderamente le pertenezca a la clase obrera y al pueblo, que eleve (y no suprima) nuestros movimientos, que cumpla nuestras demandas (y no las traicione por consentir a los ricos y corporaciones), y que profundice nuestro nivel de organización y lucha, para que podamos, de una vez por todas, derrotar a los partidos capitalistas gemelos (o sea, los Republicanos como los Demócratas), para comenzar el proceso de abordar radicalmente las cuestiones tan importantes de nuestras comunidades y de toda la humanidad y planeta.
Hoy, esta estrategia toma forma organizativa en la coalición nacional de Laboristas y Comunitarios por un Partido Independiente (LCIP por sus consignas en inglés) (Labor and Community for an Independent Party). Únanse.

